Los últimos cinco años han mostrado un aumento significativo de los flujos migratorios hacia Chile, que lo han transformado en un tema de alto interés público. Durante todo el 2022 y en lo que va del 2023, han sido muchas las discusiones sobre cómo abordar la migración, y especialmente aquella que se da de manera irregular, a través del ingreso por pasos no habilitados. En los meses que van de este año se han presentado varios proyectos de ley que apuntan a frenar estos flujos y a controlar nuestras fronteras, sin embargo, en toda esta discusión ha habido una gran ausente: “La Política Nacional de Migración”, y con ello ni siquiera hemos tenido un objetivo sobre el cual debatir, y mucho menos hablar sobre cómo gestionar los flujos migratorios, y responder a la necesidad de protección de cientos de personas.
Luego de pasar semanas discutiendo cómo fortalecer el control de las fronteras y hacer más eficientes las expulsiones, de golpe nos encontramos con una cantidad abrumante de personas atrapadas entre Chile y Perú, muchos de ellos niños y niñas, que nos recordaron que estamos ante una grave crisis humanitaria, frente a la cual no hemos sido capaces de responder de manera oportuna y pertinente. Esto también nos puso nuevamente a la vista tres tareas fundamentales: 1) Desarrollar acciones concretas que permitan acudir en ayuda de quienes necesitan nuestra protección, muchos de ellos niños y niñas que se encuentran en más absoluta indefensión, personas que han sido víctimas de trata, extorsiones y múltiples hechos de violencia; 2) Asegurar que en el mediano y largo plazo estos flujos migratorios se desarrollen de manera ordenada, segura y regular; y 3) Utilizar las herramientas que hoy día tiene el gobierno para hacer lo anterior, como por ejemplo, las condiciones para otorgar protección complementaria a personas que requieran protección internacional (art. 10 Ley de Migración y Extranjería Nº 21.325), y los criterios adicionales de otorgamiento para las residencias temporales (art. 69 y 70 Ley de Migración y Extranjería N.º 21.325).
Hoy necesitamos volver a las preguntas centrales: ¿cómo debemos gestionar los flujos migratorios y responder a las necesidades de protección e integración de las personas migrantes que han llegado a Chile?, considerando la realidad que se vive en los países de la región y que están obligando permanentemente a personas y familias a migrar, a pesar de las restricciones y costos que esto tenga. Ante esta realidad, la ausencia de una Política Nacional de Migraciones es impresentable y nos da cuenta de un Estado que prefiere el silencio antes que hacer uso de las herramientas para actuar.
Para resolver este drama humanitario de manera urgente y responsable, el gobierno debe hacerse cargo tanto de las malas decisiones que se han tomado en los últimos años, como de su propia ausencia en los lugares donde se ha necesitado. También tiene que mirar el futuro de la migración en Chile, romper su silencio y declarar su política migratoria hoy.
Por Waleska Ureta, directora ejecutiva Servicio Jesuita de Migrantes
Crédito foto: El País.