Sr. Director:
En el año 2000, la Asamblea General de Naciones Unidas proclamó el 18 de diciembre como Día Internacional del Migrante, ante el aumento de los flujos migratorios en el mundo. Hoy Chile se ha convertido en un destino en donde las familias y comunidades buscan reconstruir sus proyectos de vida. Especialmente niñas y niños, muchos de los cuales son forzados a movilizarse. Muchas personas, a pesar de las adversidades que han enfrentado en el trayecto hacia este nuevo territorio, logran reconstruir sus vidas y enriquecer a las comunidades en las que se asientan. El 18 de diciembre está a días de Navidad, en donde una gran parte del mundo celebra la historia de un niño que, luego de un tiempo de haber nacido, tuvo que huir como refugiado con su familia a Egipto, por miedo a la violencia de la cual era víctima. Esa historia, la historia de Jesús, es también una historia de migración que nos debe seguir animando para que nadie tenga que huir de su tierra por miedo a la violencia o la pobreza.
Y para que quienes se vean forzosamente a salir de su país, puedan tener una comunidad que abra sus puertas con la generosidad de un pesebre y la esperanza de un nacimiento. Para que nuestra sociedad pueda ser un espacio de acogida, debemos hacer un especial esfuerzo entre los distintos actores de la sociedad civil, el Estado y organismos privados. Sin colaboración, es imposible avanzar hacia una sociedad más justa con todas y todos: la sociedad que nos enseñó Jesús.
Este mes nos entrega la posibilidad invaluable de seguir creando conciencia y comprensión pública sobre la difícil situación que enfrentan las personas migrantes y refugiadas; la mayoría de ellas, mujeres y niñas, que son víctimas del desplazamiento forzado. Que este mes de celebración y también reflexión, nos inspire a construir puentes, nos
incentive a poner rostro e historia a todas las personas y comunidades que buscan un lugar lejos de la violencia
y la adversidad.
Por Andrea espinoza
Directora social del Servicio Jesuita a Migrantes