En la frontera de Estados Unidos con México, desde 1994 a 2016 se habían construido más de mil kilómetros de muros y vallas. Luego, el entonces candidato presidencial Donald Trump planteó completarlo hasta alcanzar los 3.000 kilómetros de extensión.
No hay evidencia clara con respecto a la efectividad de estas políticas. En dicho país existirían más de 10 millones de migrantes indocumentados y, por ejemplo, en 2023 más de 520.000 personas estuvieron dispuestas a cruzar la peligrosa Selva del Darién en Panamá con destino final a Estados Unidos.
Este tipo de políticas más que frenar el ingreso de migrantes y refugiados, lo único que consigue es que los mismos usen vías más arriesgadas para conseguir su objetivo ante la desesperación por venir huyendo de sus países de origen. Tampoco es eficaz para combatir el crimen organizado y el narcotráfico, que habitualmente encuentra otras sofisticadas formas para evadir los muros, los cuales deben ser enfrentados con inteligencia policial.
Por estas razones, creemos que aunque menos atractivo para el discurso político, los miles de millones que costaría construir un muro de alrededor de mil kilómetros que abarca las fronteras con Perú y Bolivia, sería mejor invertirlos en recursos para que las policías puedan enfrentar de mejor manera los temas de seguridad; una política que permita regularizar más expeditamente a quienes ya se encuentran en el país, para que estén identificados, se puedan integrar plenamente a la sociedad y puedan ser un aporte al país; y considerar a las comunidades de acogida para una adecuada gestión de la migración.