Agradezco el documento de trabajo entregado a la opinión pública por el Comité Permanente de la Conferencia Episcopal de Chile: “Fui forastero y me recibieron, una mirada cristiana a la migración”. En este los obispos nos invitan al diálogo al interior de nuestras instituciones y comunidades y a una comprensión justa del fenómeno, en base a la evidencia de los datos más allá de las percepciones instaladas y los lugares comunes.
Desde su mirada se nos propone conversar sobre las experiencias que están en la base de nuestras tensiones y las alternativas legales concretamente disponibles para avanzar hacia una convivencia intercultural, inspirándonos con las actitudes planteadas por la historia sagrada de la migración, con la que siempre construyó su identidad el pueblo de Israel, Jesucristo mismo y la Iglesia.
Sin evitar ninguno de las asuntos complejos del debate, como la tendencia instalada a “asociar sin más delincuencia a migración”, las “dificultades legales para contratar” con las que se encuentran los empleadores, la ausencia de “razones serias” que justifiquen no regularizar a las personas empadronadas (dado que “la regularidad migratoria contribuye a la seguridad y la paz social”) o la necesidad de una especial atención al cuidado de los migrantes niños y niñas, se avanza hacia un consenso entre los diferentes actores ante la posibilidad de abordar ordenadamente la gestión de la migración, considerando los derechos de las personas migrantes y refugiadas junto con las necesidades de la sociedad que las acoge.
Invito a leer y trabajar este material que ilumina el debate migratorio transformándolo en una escuela para aprender a vivir juntos.