Cada 20 de junio se conmemora el Día del Refugiado, personas que se han visto forzadas a huir de sus hogares en busca de protección. En Chile, nos acostumbramos a creer que los refugiados huyen de lugares muy lejanos, como Ucrania por causa de la guerra, o de Afganistán y Siria por la crisis política y social. Esto ha hecho que nos cueste empatizar con el dolor de personas de nuestra propia región que están viviendo situaciones similares.
Si miramos los números de reconocimiento de la condición de refugiados en nuestro país, veremos que como Estado estamos en deuda con un compromiso que es internacional. Entre 2010 y 2022, de un total de 26.987 solicitudes de reconocimiento, solo se aceptaron 714, lo que equivale al 3%, información solicitada por transparencia al Servicio Nacional de Migraciones que puede encontrarse en el anuario del SJM, recientemente lanzado. Si solo consideramos personas venezolanas, esta cifra es más crítica. En el mismo período de tiempo se han recibido 10.382 solicitudes de las cuales solo se reconocieron 33, equivalentes a un 0,32%.
Pese a que esos números debieran llevarnos a una reflexión sobre qué estamos haciendo como Estado de Chile para responder ante la humana y compleja realidad de las personas que buscan refugio, hoy estamos hablando sobre cómo complejizar el acceso al procedimiento del reconocimiento de la condición de refugiado.
La letra de nuestro himno dice en uno de sus versos: “o la tumba serás de los libres, o el asilo contra la opresión”. Hoy más que nunca como país debemos estar a la altura comprometiéndonos clara y permanentemente con la protección a quienes deben dejar todo atrás por su vida y seguridad.
Waleska Ureta Cañas
Directora Nacional
Servicio Jesuita a Migrantes