La reunificación familiar o cumplir el “sueño chileno” son los motivos que, pese a las condiciones inhóspitas del camino, empujan a los migrantes a seguir las rutas por pasos no habilitados hacia Chile. Solo en 2022 siete personas han fallecido en el límite de Colchane con Bolivia, entre ellas una mujer de 78 años y una bebé de nueve meses. Los que sobreviven jamás olvidan la experiencia de aquel viaje brutal.
Cuando los labios de su hija de tres años comenzaron a volverse cada vez más azules supo que estaban ante una emergencia. De madrugada, exhaustos, a tres mil setecientos metros de altura y con un viaje infernal a cuestas, desde Venezuela hacia Chile, cruzando tantas fronteras para llegar a la de Colchane, no fue sino a minutos de cumplir la meta que Ana Rosa, quién prefiere no entregar su apellido, se dio cuenta que su hija estaba entrando en hipotermia.
El frío de la noche, que los había pillado durante la etapa final del viaje, esa hostil temperatura que ataca, en especial a los más vulnerables, había inmovilizado a su pequeña. Su principal temor, tan cerca de pisar el territorio por el que había caminado kilómetros, era perder lo más importante en su vida y que su hija se convirtiera en otra estadística.
Ana Rosa le tomó la cara, le abrió la boca y los ojos, le habló con voz golpeada hasta que finalmente la niña reaccionó. Manuel, quien la observaba a su lado, se la echó al hombro y comenzó a avanzar con premura hacia una garita de Carabineros, donde le cambiaron la ropa para que entrara en calor.
Al recordar ese momento, sentada en la entrada del albergue Lobito en Iquique –la ciudad más cercana a Colchane–, afirma que tuvo suerte, que la salvó el haber estado llegando a Chile pues los encontraron y los llevaron al refugio más cercano–. La llevaron para un retén en Colchane, la policía, ahí la tuvieron y le dieron el auxilio, tan en la noche, hasta que estaba bien –cuenta.
No es el caso de todos. Esa misma madrugada, dice Miguel, quien iba caminando en el mismo grupo, perdieron la pista de otro de los viajeros–. Sacaron a un chamo que se metió a su carpa después de que había comido, lo fueron a ver y pidieron auxilio, le estaba dando algo. Ese frío es demasiado, lo sacaron de ahí ya ido y no supimos nada más.
En la pandemia, el cierre de los pasos fronterizos terrestres –que el 1 de mayo reabrieron– ha sido el principal motivo de llegada de migrantes por rutas irregulares como ocurre con Colchane, límite con Bolivia que se ubica en la Región de Tarapacá. Un camino de alto riesgo por sus condiciones geográficas y climáticas en el que tan solo este año han fallecido al menos siete personas.
–Uno se mete ese chip en la cabeza, de que puede morir a medio camino o lograrlo –sostiene Miguel.
Si bien la situación migratoria lleva años complicándose, la crisis ha empeorado desde el cierre de fronteras terrestres aplicado a causa de la pandemia, principalmente por la llegada masiva de personas por pasos clandestinos.
Con ese escenario de fondo es que se conjugaron otros aspectos. La jefa de la oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) Chile, Delfina Lawson, explica que, junto al cierre fronterizo, hay otros dos factores que inciden en la crisis: “La exigencia de la visa consular para venezolanos desde junio de 2019; y la falta de alternativas para el ingreso regular”.
Además, en el caso de quienes vienen de Venezuela, plantea que “estamos hablando de un desplazamiento forzado, no es voluntario”. En esa línea, Víctor Flores, coordinador para la macrozona norte de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) Chile, expone que “a la fecha ya han salido cerca 6,1 millones de venezolanos por la crisis política y social de ese país”.
Según información del Servicio Jesuita Migrante, que se obtuvo mediante una solicitud de Ley de Transparencia a la Policía de Investigaciones (PDI), en 2021 más de 56 mil personas ingresaron por pasos no habilitados a Chile. “Hay una migración que se ha precarizado y se hace más vulnerable, es todo un desafío”, dice Waleska Ureta, directora del organismo.
De hecho, la masiva llegada de migrantes por Colchane en los últimos meses motivó la apertura a fines del año pasado de un refugio transitorio que tiene una capacidad para alrededor de 300 personas. Ubicado a 25 kilómetros al sur de Iquique, en un recinto de la Universidad Arturo Prat (UNAP) en el Campus Lobito, está el campamento homónimo en que se albergan a unos 200 extranjeros que ingresaron, principalmente, de manera irregular.
La dificultad de realizar una “migración regulada y segura”, dice Ureta, empuja al uso de los pasos no habilitados, lo que está acompañado de un viaje en duras condiciones que muchas veces termina en la muerte de quienes lo realizan. “Es un tránsito riesgoso, de términos inhumanos: una temperatura baja, las alturas también inciden; hay un tema físico que es muy difícil de sortear”, indica.
“Esto no ha cesado. Hemos visto mayor contingencia policial, del Ejército, pero más bien han realizado labores de rescate humanitario, de alta montaña, muchas veces por el abandono de migrantes en sectores alejados por grupos organizados llamados ‘coyotes’”, comenta el alcalde de Colchane, Javier García.
La autoridad local relata que muchos han fallecido, incluyendo menores de edad “en circunstancias muy tristes, sobre todo producto del abandono, de la desorientación, también por la falta de atención médica oportuna. En su mayoría llegan a la frontera en evidentes signos de maltrato, de deshidratación”.
Víctor Flores de la OIM explica que el terreno hacia Colchane no es auspicioso: “Hay una zona de bofedal que tiene agua y las personas se mojan y eso luego les juega en contra porque la noche tiene condiciones de baja temperatura. Personas no acostumbradas a este tipo de clima, que no vienen con la ropa apropiada, y aquellos que tienen enfermedades de base o se han deteriorado, como personas mayores o niños muy pequeños, fallecen”.
“La situación es dramática, son personas que vienen en ruta por meses, e incluso años. Muchos vienen con lo puesto, los ‘coyotes’ les han quitado hasta los teléfonos para pagar los últimos tramos. Deshidratados, apunados, llegan apenas”, señala Jaime Tocornal, vicario para la Pastoral Social del Arzobispado de Santiago.
No hay cifras claras de cuántas vidas se han perdido en los trayectos. Carabineros lleva un registro de cinco muertes durante este año, pero otros reportes indican que serían siete, como informa el que elabora la Plataforma de Coordinación Interagencial para Refugiados y Migrantes de Venezuela (R4V).
Aún así, de acuerdo con los datos entregados a The Clinic por la policía uniformada, desde 2020 a la fecha, han perecido 27 extranjeros en circunstancias de migración irregular. El 88,9% de las muertes son producto de las condiciones climáticas y geomorfológicas extremas, mientras que el 11,1% restante son por atropellos en la ruta 15 CH, autopista que lleva hasta Colchane.
El 27 de marzo Hilda Rosa Quintero de 78 años no logró la meta de ingresar a Chile. Esa noche la Jefatura de la Defensa Nacional escuchó los llamados de un hombre que pedía auxilio en medio de la oscuridad. Cuando lo encontraron, con desesperación les explicó que su suegra no reaccionaba y que ambos estaban en el sector de los bofedales en Pisiga Carpa, una zona colindante con la frontera boliviana.
Los funcionarios, ubicados en uno de los puestos de observación fronterizos, llamaron al servicio médico de urgencia rural de Colchane, y mientras llegaba la ambulancia, se dirigieron al lugar donde yacía la anciana. Cuando la encontraron tenía los signos vitales muy débiles y, tras algunos instantes, falleció mientras le practicaban los primeros auxilios.
En el mismo grupo de Hilda, estaba María, una mujer venezolana que llegó a Chile con cuatro meses de embarazo, que prefiere resguardar su identidad, y que actualmente se encuentra en el refugio Lobito, en la ciudad de Iquique. Según cuenta, esa noche venía un grupo de 17 personas, entre ellos Hilda, sus hijas y su yerno.
–Ellos querían venirse para acá, pero no querían venirse solos y se trajeron a la mamá a todo riesgo. Pasaron muy tarde porque pensaban que Carabineros los iba a agarrar y así fue. Sí, nos agarraron, pero no nos trataron mal –cuenta.
María trata de explicar la sensación de cruzar la frontera. Mira hacia el desierto que se ve en medio de la carretera y afirma que el paisaje es pura niebla y que el frío no se soporta. Dice que hay que caminar con mucho cuidado porque está lleno de pozos con agua y hielo. Sobre la muerte de la anciana se queda en silencio unos momentos y hace un gesto de resignación.
–Nos sentimos muy mal, porque es de nuestro país, y no pudimos ayudarla. Es un momento de desespero muy grande. Nosotros venimos para acá para darle un mejor futuro a nuestros hijos o nuestras madres. Y te digo algo, hay personas a las que han tomado y las han regresado, después de haber viajado tanto, después de haber llegado, de haber muerto y revivido en ese cruce, es muy duro y muy triste –afirma.
Norwich Castillo, de 30 años, madre de dos niños de 12 y siete años, y que lleva cinco meses viviendo en el campamento Lobito, del que se ha convertido en vocera, añade que para los adultos mayores es un viaje de vida o muerte–. Aquí tenemos el caso de una señora que sufrió un accidente cardiovascular por la baja temperatura de Colchane. Ella está aquí, quedó con su cuerpo en parte paralizado, ahora solo se mueve con su bastoncito –señala.
Pero aquel sábado a fines de marzo, la muerte de Hilda no fue la única. Una guagua de nacionalidad boliviana, identificada como Mía Valentina, nacida el 14 de diciembre de 2021, falleció poco después de que sus padres lograran cruzar por el sector de Pisiga Choque.
Verónica Pérez, médico de turno del recinto asistencial de Colchane, explicó en un comunicado que la mamá llegó con la niña en brazos y solicitando atención. Pese a los esfuerzos y a realizar una reanimación cardiopulmonar, la niña pereció en el lugar, lo que podría estar ligado a una afección preexistente: hidrocefalia.
María, que viajó embarazada, dice que eso no la detuvo, y que aunque es un factor que aumenta la dificultad del trayecto, no es algo tan singular.
–No solo yo venía embarazada, otras también. Y muchas parieron en el camino. Cuando llegamos una había parido pasando –dice.
Yesenia Ramirez de 27 años, y madre de cuatro hijos, agrega que viajar con los niños es lo que te da fuerza para seguir caminando en medio del desierto.
–En la ruta se nos tiene que quitar el frío, la pena, el miedo, porque vamos con nuestros hijos, incluso el sueño, porque vienes con ellos, tienes que estar pendiente de lo que les pase –comenta.
–El perfil ha ido cambiando, nos dimos cuenta de que llegan personas que viven en situación de calle. Además de mayor presencia de ancianos, hay muchas mamás con niños pequeños, guaguitas. Una mamá nos contaba que durante el viaje se le habían congelado los pañales a su hijo. Es un drama gigante –explica Jaime Tocornal, Vicario para la Pastoral Social del Arzobispado de Santiago.
Víctor Flores de la OIM agrega que han observado que “este flujo mixto de migrantes se ha ido haciendo más precario, más vulnerable. Si antes de 2019 había un 50% con estudios superiores ahora es menor a 20%”.
“En los últimos cuatro años hemos visto un aumento sustancial de personas muertas en las fronteras”, señala Alexis Torreblanca, vocero de la organización InfoMigra, dedicada a asegurar el derecho de acceso a la información y entregar asesoría gratuita a inmigrantes.
De acuerdo a sus registros, en 2021 murieron 25 extranjeros tratando de ingresar a Chile. De ellos 12 eran venezolanos, cuatro bolivianos, dos peruanos, dos colombianos, y los demás de Ecuador, Haití, República Dominicana o no identificados. Del grupo, siete tenían más de 60 años, había también una bebé de nueve meses y en promedio la edad de los fallecidos era de 45 años.
Las cifras de Carabineros difieren, el registro oficial señala que el año pasado fallecieron 21 personas al tratar de cruzar la frontera. Para Torreblanca esto no es extraño, pues no existe un criterio claro a la hora de incluir estos casos en un catastro, por lo que están solicitando por Transparencia las cifras completas. “Nosotros creemos que incluso las cifras son mayores. Al menos hay tres situaciones que hacen que, bajo ciertas circunstancias, las personas fallecidas no se contabilicen: El desminado de las fronteras, la trata y tráfico de personas y el tráfico de drogas. Por esto creemos que es necesario que se transparenten estas cifras y se aborde esta situación, tanto desde la perspectiva humana como legal que le corresponde al Estado chileno”.
Pero ¿qué ocurre cuando alguien fallece intentando ingresar a Chile en la zona norte? El mayor Mario Palma León, Subprefecto Rural Fronterizo, explica que la primera reacción siempre es prestar auxilio a la víctima: “Los funcionarios verifican el estado de la persona, toman contacto de forma inmediata con personal de salud, para que concurran al lugar y puedan brindar una atención primaria de salud. Si lamentablemente la persona fallece o se encuentra fallecida, se debe aislar el sitio del suceso”.
El protocolo indica que luego deben informar al fiscal de turno de la fiscalía de Pozo Almonte para que un equipo, ya sea del Laboratorio de Criminalística de Carabineros o de la PDI, efectúe “peritajes al sitio del suceso y a la víctima”, señala el mayor Palma.
Según los expertos y varios migrantes, aunque en estas últimas semanas ha bajado un poco la tensión, la crisis no desaparece. “La militarización y todo lo que tenga que ver sólo con medidas expulsivas no resultan. Por la data que tenemos esto no ha provocado que las personas no ingresen por pasos no habilitados (…) Este tema debemos resolverlo de otra manera”, afirma Waleska Ureta, directora del Servicio Jesuita Migrante.
Pese al riesgo que significa entrar por un territorio tan inhóspito como la frontera norte de Chile ¿por qué siguen aumentando los ingresos irregulares en esa zona?
Los especialistas consideran que un factor decisivo fue el cierre de las Visas de Responsabilidad Democráticas (VRD) durante la pandemia. Este permiso fue implementado como una ayuda humanitaria por el Gobierno de Sebastián Piñera en abril de 2018, debido a la situación política en Venezuela.
Delfina Lawson, de Acnur, explica que “la VRD estuvo suspendida durante meses. Y obtener esas visas en los hechos era una tarea muy compleja, debido a las demoras, y los cierres de solicitudes, entonces la gente debió volver a solicitarla”.
Tanto la Contraloría como la Corte Suprema, ordenaron a fines del 2021 el restablecimiento de este tipo de permiso, pues no era plausible argumentar su suspensión debido al prolongado cierre de fronteras a causa del covid-19.
Aún sin la posibilidad de estas visas humanitarias, muchos venezolanos emprendieron viaje rumbo a Chile en estos últimos dos años. Javier García, alcalde de Colchane, confirma que el flujo migratorio desde ese país no ha cesado. “Se ha regulado el ingreso de personas de otras nacionalidades como bolivianos o peruanos, sin embargo los ciudadanos venezolanos, siguen ingresando por pasos no habilitados, ya que en su mayoría no cuenta con la documentación para ingresar de manera legal”.
Según la ley migratoria cualquier extranjero que ingrese al país puede autodenunciarse ante la policía y esperar a que llegue su orden de expulsión. En el intertanto la mayoría de ellos apela y solicita posteriormente una visa o la condición de refugiado.
David Vásquez, venezolano de 28 años que llegó a Chile en 2020 y logró regularizar su situación, considera que el alto flujo de sus compatriotas no permite distinguir los casos más urgentes. “La gran mayoría viene sin un porqué, experimentando. Ese es otro dilema, todo el mundo tiene problemas, y los que realmente estamos necesitando este refugio, mientras estudian tu caso, no hay respuesta, está todo colapsado”, apunta.
La comisario de la PDI Ingrid Rivera Hermosilla explica que “el extranjero que está en condición de irregular puede hacer esta autodenuncia directamente a un policía o a través de nuestra página”.
Respecto a la nueva normativa de migración -cuyo reglamento se publicó el 12 de febrero pasado-, según los datos de la policía civil, desde el 3 de febrero y hasta el 1 de mayo, se han materializado 1.167 reconducciones, proceso que consiste en la reembarcación hacia la frontera de las personas sorprendidas eludiendo el control migratorio. La mayoría desde la macrozona norte, en Tarapacá y Arica y Parinacota. Además, entre enero y marzo han habido 13.928 denuncias –incluyendo las auto realizadas–.
Aunque su celular registraba una decena de llamadas pérdidas, tenerlo en silencio durante la noche impidió que Wendy Godefroy (36) se enterase de inmediato de la muerte de su padre. Su hermano, Walter, trataba de contactarla, pero fue su tía, que vivía en el mismo edificio que ella en Santiago Centro, quien acudió hasta su departamento para avisarle que hablara con él.
–Ahí me dijo que papá había muerto de un edema pulmonar agudo –relata.
Ricardo Vladimir Godefroy Araujo (69) falleció el 3 de febrero de 2021. El día anterior, un martes, cerca de las 18:00 horas, Wendy tuvo la última conversación con él para guiarlo de los pasos a seguir al llegar a Colchane.
Al igual que otros casos, fueron las condiciones del viaje las que pesaron en Ricardo.
–Cuando llegó a Perú le dijo a mi hermano que se sentía cansado y viendo las fotos, tenía los pies hinchados. Pasar por tantas fronteras, de Venezuela a Colombia, luego Ecuador, después Perú, Bolivia y Chile, todo por pasos no habilitados, entre que es puro caminar, que son kilómetros. Me imagino que también el cansancio fue muy duro.
La familia Godefroy Araujo había llegado a Chile con casi todos sus integrantes pues el único faltante era Ricardo. Wendy, quien lleva cinco años radicada en el país, dice que el cierre de fronteras y procesos administrativos fue el gran impedimento para traer a su padre de manera regular, como sí ocurrió con ella y sus parientes.
Incluso, por un momento, creyeron que el hecho de que la madre de Ricardo fuera chilena podría ayudar a su regularización–. Hablé con la PDI para saber si él podía venir por avión y entrar legal con los papeles de la mamá y me dijeron que no, y ahí decidimos por la manera en la que intentamos traerlo.
–Sabíamos que no era la forma correcta de hacerlo, pero la situación en Venezuela era muy mala, nos lo tocó traer porque la plata que le enviábamos ya no le alcanzaba para nada, ni para comida –declara.
La muerte de Ricardo se produjo en el tramo final del viaje entre Bolivia y Colchane. Habría tratado de dormir, pero ni ese poco descanso pudo ayudarlo con la fatiga. Al tratar de levantarse se desplomó, la debilidad que lo había atacado por días, finalmente, se lo llevó.
Una amiga de sus hijos que viajaba con él, y que lo conoció en Maracaibo –donde Ricardo vivía–, fue quien dio la alerta. Sus gritos de auxilio terminaron por hacer volver al “coyote”, quien ya había abandonado al patriarca de los Godefroy. Ahí, el hombre retornó, se echó el cuerpo a la espalda y lo dejó abandonado en Colchane, donde fue encontrado.
–Él solo no se podía venir, tenía que ser acompañado porque los ‘coyotes’ ven que te estás desmayando y les da igual, porque no les duele la persona que se está muriendo, lo mirarán y lo dejarán botado –afirma Wendy–. Me imagino que si hubiese habido un equipo de reanimación, lo tendría aún aquí conmigo.
El pago a esos que tramitan el viaje es costoso–. Te cobran harto, ahí eran 700 dólares que uno de repente no los tiene en el momento, y te piden la mitad de la plata en Colombia y la otra en Perú. Son dos personas. Te dicen que te darán comida, alojamiento, pero en realidad no es así, se pasa mucha necesidad.
Fueron cuatro años sin verlo, aunque conversaban todos los días por teléfono. El domingo anterior, 31 de enero, Wendy había ido a la Vega Central a comprar los alimentos favoritos de Ricardo. Fruta, verdura, algunos sabores salados, pues quería que él tuviera de todo al llegar a Chile. Su padre, hábil para los chistes, conversador, bueno para ayudar, quien estaba a punto de jubilarse después de trabajar décadas en el hospital psiquiátrico de Maracaibo.
–Todo fue muy fuerte. Terrible. Pero siento un pequeño alivió porque murió aquí. Si hubiera pasado en Venezuela no lo habría podido ver nunca de nuevo –confiesa.
Así como son varios los factores que confluyen en la crisis migratoria, también son varias las propuestas provenientes de la sociedad civil y agencias internacionales para tratar de abordar y resolver los principales problemas.
“Frente a situaciones excepcionales se deben pensar en respuestas excepcionales”, recomienda Delfina Lawson de Acnur pues “muchas veces las disposiciones para la migración regular no responden a las necesidades de los flujos mixtos como ocurre en este caso”.
Una alternativa, explica, es fortalecer los mecanismos de ingreso regular al territorio, por ejemplo, “mediante el otorgamiento de visas desde el extranjero; reactivar las visas democráticas, visas de reunificación familiar, desde afuera para que cuando la gente entre sea más fácil (…) Si la gente supiera que puede obtener una visa fuera del territorio chileno y conociendo los riesgos del ingreso irregular, la gente tomaría la visa”.
También plantea que desde la agencia de la ONU “siempre manifestamos la posibilidad de que la primera respuesta no sea en las fronteras, de que en vez de mantenerlos en Colchane sean trasladados de inmediato a un centro donde se les pueda dar la acogida que necesitan (…) a una ciudad donde haya mayor respuesta estatal”.
En ese sentido, enfatiza que la respuesta humanitaria “no puede ser a costa de las comunidades”.
A juicio del alcalde de Colchane, Javier García, falta mayor coordinación y trabajo con los gobiernos locales. Cuenta que el gimnasio techado, que era un espacio que dispusieron para la atención médica de migrantes, “no puede ser utilizado porque está en reparación. Hemos instalado una carpa en un sector cercano al consultorio, sin embargo, el viento es muy fuerte y causa problemas. No tenemos otros espacios disponibles. Falta inversión para enfrentar el tema de salud y el no contar con un SAPU, que hemos solicitado por muchos años, tampoco hace que tengamos los recursos y profesionales adecuados en número para atender la cantidad de migrantes que llegan diariamente y en cualquier horario”.
Desde el Servicio Jesuita Migrante, su presidenta, Waleska Ureta, apunta a que se debe “agilizar el proceso de recibimiento de refugiados, sin generar obstáculos”. Concuerda la presidenta de la Asociación de Venezolanos en Chile, Patricia Rojas: “Hemos planteado que hay que resolver varias cosas, primero los cuellos de botella en personas que ingresaron de manera regular y siguen esperando una respuesta definitiva y lo segundo, es trabajar en un plan consular que permita enfocarse en una reunificación familiar”.
Añade que a partir de eso se podrían entregar beneficios a quienes han ingresado por pasos no habilitados, pero que no presentan prontuario: “Hay que hacerse cargo de esas personas que ingresaron incumpliendo la normativa, pero bajo una situación de desesperación”.
Con todo, los expertos ponen sus expectativas en la formulación de la futura Política Nacional de Migraciones. La primera semana de mayo se dio inicio al camino para elaborarla, por lo que se han conformado mesas y reuniones entre distintos actores relacionados a la materia. Eduardo Thayer, director del Servicio Nacional de Migraciones, explica que la primera etapa buscará definir los lineamientos y objetivos de la iniciativa para que “sea una política de Estado, de largo plazo, y en ese sentido está siendo una convocatoria muy abierta”.
Enfatiza que no parten de cero ya que “hay acuerdos en temas fundamentales en los que queremos avanzar y en los que creemos que hay pisos suficientes”. Por ejemplo, menciona dentro de estos tópicos a “la gestión de frontera, que sea ordenada; que el ingreso tiene que ser por vías regulares; que se tiene que avanzar en un diálogo con otros países; que esté vinculada con el desarrollo productivo; en que no puede afectar la seguridad de los territorios”, entre otros.
La intención, dice, es que los lineamientos estén listos “dentro de este año, en septiembre o octubre”.
Para los migrantes, mientras tanto, la situación se mantiene compleja y dramática. Parte de esa realidad está incluida en el documental “Esperanza Sin Fronteras”, producido por el Arzobispado de Santiago, que se estrena el 18 de mayo, y recoge el trabajo que han desarrollado en Colchane, donde convirtieron la modesta capilla “Nuestra Señora de Los Dolores” en un albergue provisorio para ofrecer alojamiento en colchonetas y fideos con atún a los viajeros para pasar la noche.
“Tratamos de darles a esas familias una noche digna, porque desde que salen de Venezuela, es la dignidad lo que han perdido, porque les ha tocado dormir en la calle, comer comida vencida, que sacan de la basura”, señala Mauricio González, quién junto a Jazmín Sánchez, trabajan como voluntarios y profesores de los niños del pueblo.
En estas condiciones muchos de los que han logrado la travesía de entrar al país, se sienten decepcionados. “Nosotros teníamos el ‘sueño chileno’. A mí me habían dicho que aquí podría mejorar mi economía, vendí todas mis cositas, porque estaba en Ecuador, y me encontré con esto. Chile no es lo que esperaba, no cumplió con las expectativas que me dijeron”, comenta Norwish Castillo, vocera de los migrantes del campamento Lobito.
Fuente: The Clinic