Según experto, las actuales condiciones climáticas podrían empeorar como consecuencia del fenómeno de La Niña.
Las travesías de migrantes por el desierto de Atacama, en marchas de hasta tres días para cruzar por algún paso no habilitado, presentan condiciones extremas que hoy se agravan con la crudeza del denominado “invierno altiplánico”.
Un ciclo de altas precipitaciones en zonas interiores del norte del país, que se extiende de diciembre a marzo. “En esta época estival hay mucho transporte de humedad desde Bolivia e incluso Perú a sectores altiplánicos chilenos, con abundantes nubes convectivas que descargan mucha lluvia en poco tiempo”, sostiene Arnaldo Zúñiga, experto de la Dirección Meteorológica de Chile.
Según relatos de migrantes venezolanos, la travesía de la frontera norte presenta como desafíos acceder a sitios no habilitados por rutas de tercera categoría o ‘huellas’, con riesgos de minas antipersonales, quebradas y poca luminosidad que propician los accidentes durante marchas nocturnas.
A esto se agrega el abandono de ‘coyotes’ en zonas despobladas y las fuertes variaciones climáticas del desierto, con fríos extremos en esta época del año como en el caso de Ollagüe (a 3.695 metros de altitud). Esta pequeña localidad fronteriza con Bolivia, en la Región de Antofagasta, ha registrado un progresivo aumento de migrantes que ingresan a la localidad por pasos no habilitados.
“Las personas llegan muy descompensadas por la altura y debido al frío, en algunos casos con hipotermia. Porque si bien durante el día las temperaturas son soportables, en las noches son extremas”, dice Nicol Cuevas, enfermera de la posta de Ollagüe, localidad que en las últimas jornadas ha registrado hasta -4,2 °C, y quien además advierte de los riesgos de tormentas eléctricas.
A su vez, Lizza Aravena, jefa regional del Servicio Jesuita a Migrantes (SJM) en Antofagasta, sostiene que el invierno altiplánico en regiones del norte impacta aún más en la “cruzada migratoria” en sectores que se empinan por sobre los 5 mil metros de altura. “Estamos hablando de descampados donde no hay nada, con cinco y hasta 10 horas sin ver rastros humanos“, afirma.
“El enfrentarse al invierno boliviano (altiplánico) pone en riesgo la vida de las personas, que desconocen que puede llover en el desierto de manera torrencial y los caudales pueden aumentar muy rápido. Además, hay nevazones en sectores de la cordillera”, agrega Aravena.
Javier García Choque, alcalde de la comuna de Colchane, en la Región de Tarapacá, reconoce el clima extremo en este poblado andino. “Es una zona con temperaturas que cambian del día a la noche de manera drástica, con -8 ºC durante la noche y que en el día puede llegar a los 30 ºC”, detalla. Según datos de la Policía de Investigaciones (PDI), solo en enero pasado se registraron 4.271 extranjeros denunciados a la autoridad administrativa por ingresos clandestinos al país.
Para Arnaldo Zúñiga, el actual fenómeno de La Niña potencia los riesgos de precipitaciones intensas, crecidas de ríos, aluviones y remociones en masa en sectores del Altiplano. “Si bien en el día aumentan las temperaturas, en la noche, como son sectores muy altos, estas bajan a cerca de 0 grados. Ellos (los migrantes) cruzan por sectores muy fríos, que sumado a las precipitaciones, los hace muy peligrosos”, recalcó.
“Las lluvias estivales, en los flujos migratorios, generan un riesgo mayor para quienes intenten pasar por aluviones, el frío o, incluso, por áreas con minas antipersonales”.
Gerardo Espíndola, Alcalde de Arica
“Hay tormentas eléctricas y los rayos caen al lado del pueblo. También se arriesgan (los migrantes) a ese tipo de cosas. Es difícil, porque cruzan bebés y adultos mayores”.
Nicol Cuevas, Enfermera de la posta de Ollagüe
81% de las denuncias de la PDI por ingresos ilegales en enero correspondieron a venezolanos.
92% bajaron ingresos por pasos no habilitados de Colchane con el aumento del control fronterizo.
Fuente: El Mercurio