En conversación con The Clinic, la directora social del Servicio Jesuita a Migrantes repasa parte de su primer año en el cargo. Además analiza el actual panorama en la macrozona norte y releva la importancia darle celeridad a la búsqueda y aplicación de soluciones a la situación migratoria: “Cada día que nos demoramos en presentar soluciones robustas, de calidad, vamos a tener un discurso aun más fuerte en contra de la inmigración”, asegura.
El pasado 11 de enero Valentina Latorre cumplió un año como directora social del Servicio Jesuita a Migrantes(SJM). Le tocó asumir en un periodo particular y complejo. Recién llevaba 3 semanas en el cargo cuando la crisis humanitaria en Colchane estalló mediáticamente en febrero del 2021.
“La crisis “sin precedentes” de la pequeña Colchane, el pueblecito chileno que tiene más migrantes que habitantes”, titulaba al BBC al mundo para referirse al embotellamiento de cientos de migrantes que quedaron varados en la zona fronteriza sin la posibilidad de seguir desplazándose.
El año 2021, principalmente en la zona norte del país, lejos de apaciguar la compleja situación registró otros hitos lamentables: Ciudades colapsadas, migrantes caminando por el desierto intentando salir de Colchane, aviones desplegados por el gobierno para la repatriación, desalojos de campamentos, conflictos en Iquique que culminaron en una marcha antimigración que incluyó la quema de carpas y coches en una hoguera y la viralización de la golpiza de un grupo de inmigrantes a carabineros que reavivó las protestas, solo por nombrar algunos ejemplos.
Consciente del complejo panorama y de que hoy la población migrante en Chile se encuentra en un estado de “emergencia permanente”, Valentina dice que prefiere mirar el vaso medio lleno a la hora de proyectar su segundo año en el cargo.
Asegura que trabajar en la institución en este momento es “un regalo”, ya que desde allí se puede aportar “con todos los conocimientos que la institución tiene a poder dar atención en términos masivos e ir rompiendo estereotipos”.
-El conflicto en Ucrania movilizó un poco la agenda con respecto a la situación en Colchane ¿Ustedes tienen algún registro del panorama actual en la zona?
-Sí, efectivamente. Tuvimos hace una semana una visita a la frontera en Colchane. La verdad es que la situación continúa viéndose bastante compleja y sin tener las consideraciones y las soluciones que se hacen tan necesarias en estos momentos para abordar la crisis humanitaria.
-¿Qué pudieron analizar concretamente en estas visitas?
-Lo primero es que hoy la gran mayoría de personas que llegan, y tal como ha sido durante todo el 2021, son personas que no lo hacen por gusto o porque quieran cometer algún delito. Son personas que arriesgan su vida para obtener seguridad, poder sobrevivir en Chile, o poder reunirse con familiares y encontrar trabajo. Desde el Servicio Jesuita a Migrantes creemos en una migración segura, regular y ordenada, pero en esto no solamente podemos abordar un enfoque seguritista. Es relevante que entendamos las múltiples dimensiones. Las familias que están llegando son familias que requieren, quizás, un abordaje humanitario en términos de ayuda, pero también son familias que deben estar en situación regular para poder incluirse en la sociedad de acogida y para poder ejercer sus derechos.
-Hace poco tiempo el SJM expuso en la Convención Constituyente ¿Allí entregaron estos mismo planteamientos?
-Sí, efectivamente. Creemos que es fundamental y lo mencionamos ahí y lo mencionamos en todas las instancias en las que tenemos la posibilidad de aportar miradas, que esto debe incluir la perspectiva de DDHH y que es muy importante confiar en la sociedad de acogida. Aquí somos conscientes de que las personas que viven hoy en la macrozona norte y que reciben a esta población les ha tocado difícil. Han tenido un abandono de parte del Estado. Ellos ven sus espacios públicos ocupados, ven un deterioro en la convivencia, ven su cotidianidad afectada. Pero en la medida en la que la migración, y especialmente la irregular, no se aborde contemplando esto y que una persona que no tiene rut no puede trabajar, no puede arrendar, vamos a continuar viviendo esto desde el conflicto, desde el desencuentro y desde una sociedad acogida que con justa razón está cansada del abandono.
-A su jucio ¿Qué medidas son las que se debiesen implementar urgentemente en la zona Norte?
Primero creemos que tiene que haber un control de fronteras que se haga cargo de identificar quiénes son las personas que están intentando entrar a Chile. Esto porque nos permite, por un lado, revisar antecedentes, pero también nos permite tener claridad de en qué forma pueden aportar al desarrollo de Chile. Esto no es menor porque vemos gremios en los que hay necesidad de empleo, vemos que hay muchos lugares en los que la población podría ser bien acogida e incluida y la única manera en la que vamos a tener claridad de quiénes y cuántos son es con un control fronterizo que sea robusto y que nos permita abordar el ingreso desde la perspectiva de Derechos Humanos.
–¿Y segundo?
-Lo segundo es poder escuchar de una vez por todas a las autoridades locales. Las autoridades locales en la macrozona son quiénes son más expertas y expertos en lo que está sucediendo porque lo ven en lo cotidiano.
También es importante pensarlo desde la intersectorialidad que tiene esta situación, pensando en que aquí todos los ministerios tienen cosas que aportar y tienen que ser incluidos en la búsqueda de soluciones para la inclusión efectiva de las personas migrantes y refugiados al país, porque esto no solamente se soluciona desde el control de fronteras. El rol que tiene, por ejemplo, el tema de multilateralismo el próximo gobierno es clave, cómo lo abordamos a nivel regional, cómo nos damos cuenta de que no basta con la política que pueda hacer un país por sí solo, aquí estamos abordando una crisis en Venezuela en las que ya son seis millones las personas que han salido del país. En Chile vemos que los ingresos por pasos no habilitados pasaron de 16 mil en 2020 a 56 mil en 2021. Son 40 mil personas más de las que tenemos registros las que han hecho ingreso por pasos no habilitados.
-Hablamos de la sociedad de acogida ¿Cómo se superan los roces que han habido?
Hay que reconocer y enfrentar los conflictos que han surgido en ciudades como Iquique, como Colchane. Las personas migrantes ya representan cerca del 10% de nuestra población. Están presentes en nuestros barrios, compartimos espacios, compartimos la vida. Una buena convivencia y una inclusión efectiva pasa necesariamente porque va a haber un cambio en la sociedad receptora, y en esto hay recomendaciones internacionales que son bastante claras y no es necesario inventar la rueda. Una persona que es incluida con su regularidad en el espacio común es una persona que, probablemente, no significa un problema para la convivencia. Las recomendaciones internacionales son muy claras en torno a que no se deben usar como primera alternativa, por ejemplo los campos de refugio, sino que es importante incluir a la sociedad que viene llegando en la sociedad de acogida.
-¿Eso para evitar la segregación?
-La meta no es otra que erradicar los discursos y prácticas racistas-discriminatorias que se dedican a estereotipos y prejuicios, y para esto tenemos que encontrarnos, tenemos que conocernos y tenemos que trabajar en conjunto.
-Con el tema de la guerra entre Rusia y Ucrania da la sensación de que los chilenos nos conmovemos mucho, por ejemplo, con lo que está pasando allí en torno a los refugiados, pero cuando esto pasa en Colchane es otra la disposición, ¿No es así?
-Yo creo que es muy relevante analizar la crisis humanitaria que nos toca vivir en el país como una crisis que se da a nivel global. Hoy lo que nos afecta en Chile es una situación con especial cuenta que se vive en Venezuela, pero en unos años más, probablemente, nos toque ver una crisis humanitaria en torno a la crisis medioambiental que estamos viviendo. Y esto va a seguir sucediendo. Lo que vemos en Chile con la macrozona norte, lo vemos en el caso de una guerra hoy en Europa, lo vemos con mucha fuerza en Asia y es relevante que la mirada que tengamos para abordarlo sea una mirada íntegra, una mirada que busque una incorporación de los DDHH, de la inclusión. Hoy estamos en un marco global de movimiento, de desplazamiento de personas, en la gran mayoría desplazamientos forzados.
-Te pregunto eso también porque en los portales se destacó una noticia en la que una periodista europeo que decía “ estos no son refugiados de Siria. Son refugiados de la vecina Ucrania”, algo así era la cuña. ¿Existe una especie de esa segmentación del refugiado?
-Un dato relevante que destacó el SJM en 2021 es que las personas migrantes en Chile que se sienten discriminadas, en su gran mayoría, no se sienten discriminadas por ser de una nacionalidad distinta, sino, como primer motivo, por su apariencia física; como segundo motivo por su condición económica y como tercer motivo por su color de piel. Evidentemente, eso tiene que ser un llamado de atención también para la sociedad de acogida porque no se sienten discriminados por ser migrantes, se sienten discriminados por otros elementos que evidentemente nos hablan de ciertos males sociales. Tenemos que ser capaces de cambiar la mirada y efectivamente apostar por una sociedad en la que todos y todas tengan cabida.
-¿Cómo desde el SJM enfrentan la xenofobia?
-Desde la SJM tenemos una apuesta por la construcción de una sociedad intercultural más humana, más acogedora. Para eso no solamente vamos a plantear soluciones en materia de la población que viene llegando, las personas migrantes y refugiadas, sino que también buscamos promover las instancias de sensibilización a instituciones, a colegios, a municipios. Lamentablemente se ha configurado un discurso que ha sido sistemático y calificado de corte racista para con la población que viene llegando y vemos que ha pasado tanto tiempo sin que se generen soluciones que efectivamente aborden la problemática, que eso cada vez va a aumentar más. Es muy importante que seamos súper conscientes de que cada día que nos demoramos en presentar soluciones robustas, de calidad, vamos a tener un discurso aun más fuerte en contra de la inmigración. Esto es una bomba de tiempo y vimos en febrero pasado que la olla a presión se abrió.
-Quedan un par de días para que asuma un nuevo gobierno ¿Cómo ves las señales que se han dado en torno al tema migratorio?
-Creemos que cualquier cambio de administración es una oportunidad de poder juntarnos en la mesa, no solamente desde las organizaciones migrantes y pro-migrantes, sino también desde las autoridades locales que es algo que ya se ha visto, por ejemplo, a la futura ministra del Interior haciendo. Creemos que hay muchas cosas que es posible abordar de manera rápida, por ejemplo, situaciones administrativas que hoy vemos en torno a los visados, a las permanencias definitivas. Esas cosas se pueden hacer sin grandes complejidades. Esperamos que puedan abordarse prontamente, y desde el SJM estamos a total disposición del próximo gobierno para poder trabajar en conjunto y para poder apoyar en la crisis humanitaria que estamos viviendo.
Fuente: The Clinic